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Ritual

  Laurent Monvant ascendió los desgastados escalones de piedra que llevaban a la torre este del Gran Templo en mitad de la noche. Se detuvo a mirar al exterior por unos momentos y contempló los copos de nieve que golpeaban las ventanas, transportados de un lado al otro por voluntad de furiosos remolinos blancos, sumergidos en una extraña danza. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se acomodó el abrigo de piel. Lo habían sacado de la calidez que solo los brazos femeninos pueden ofrecer, pero habían tenido una buena razón. Nadie se atrevía a molestar al Supremo Sacerdote de Zarba por nimiedades. Una muchacha, que habían encontrado en una aldea cercana a Vhinden, había llegado al fin. —No ha parado de llorar en todo el camino —dijo un sacerdote gordo y calvo ni bien Laurent abrió la puerta de la habitación más alta. El Supremo Sacerdote chasqueó los dedos y los cinco fogones se encendieron al mismo tiempo. Había uno en cada punto cardinal y uno en el centro del lugar. —Retírate —murmuró. El

Magtha y el dragón

Magtha estaba sentada en una roca y miraba, sin mirar, el río que corría a pocos metros debajo de ella. Oía, sin oír, el murmullo de las aguas bajo sus pies, el canto de las aves y el viento entre las hojas de los árboles. Se quitó los zapatos de piel de ante y el agua se sintió cálida y burbujeante en su piel, pero no pasó mucho hasta que dejó de sentir eso también. Magtha estaba rota, cada vez más. Hacía cientos de años que intentaba encontrar algo que le de la motivación necesaria para sentir algo, pero no lo encontraba. Había intentado con todos los oficios pero no hallaba en ellos esa pasión que motivaba a los de su raza a continuar haciéndolo. Conocía elfos que, desde jóvenes, se habían dedicado al arte de la fabricación de armas y, después de siglos de perfeccionamiento, aún lo hacían con tanto amor que cada una de sus piezas llevaba un trozo de su esencia impregnada. Lo mismo ocurría con los alfareros o los que hablaban con la vegetación o con los animales. No había nada. Ya no

Sobre los Indignos

                                            Páginas 727 y 728 del Libro de Anotaciones de Leyna, Hija del Viento del Sur. Tesar Ciudad Capital, año 3647          “Sobre los Indignos: Un Indigno ha sido, en el pasado, una Estrella que decidió nacer como un ser humano y que en su paso por la tierra ha sido corrompida por una invocación o como resultado de sus propios actos. Los Indignos normales son seres espectrales, cuyo cuerpo esquelético se rodea de la más absoluta oscuridad y solo pueden ser vistos por los magos aunque, algunas veces, los magos con pocos poderes tampoco son capaces de verlos. Los indignos mutables pueden cambiar su tamaño y apariencia y, cuando ellos cambian, todos podrán verlo y oírlo. En un principio, se creía que los Indignos eran una Estrella que había decidido obrar con maldad, de ahí su nombre. Eran indignos de ser llamados Astros, de ser llamados Estrellas, pues las estrellas son bondad, paciencia y amor en la mayoría de los casos, pero nunca com

Batalla de los Dos Soles

En el año 3.732, durante la última Gran Guerra, sin dudas la época más oscura de la historia del continente, la “Batalla de los dos soles” tuvo lugar en el único puente que une los países de Sitnor y Pyebra. Sobre el Río Seco, el límite natural que separa ambos países, en el último tramo de este y en donde es más ancho, está ubicado el robusto y amplio puente negro, llamado así ahora por el color de sus piedras. Pero antes de dicha batalla, las piedras que lo componían eran blancas como la nieve, traídas de las canteras de Morrau miles de años antes. El día en que los dos soles iluminaron la tierra, los ejércitos de Pyebra por un lado y la alianza que habían formado Tesar y Sitnor por el otro, se encontraron en una de las batallas decisivas del conflicto. Después de una agotadora jornada en la que lograron hacer retroceder al diezmado ejército pyebrano hasta más allá de sus fronteras, los ejércitos aliados estaban en territorio de Sitnor preparándose para dar sepultura a sus muertos, c

Ciclo "Conociendo Era de Magos". Día 9: Tino Suhrah y Shanyi Dokjusu

  —Muy buenas tardes y bienvenidos a una nueva entrega de “Conociendo Era de Magos”. Hoy tenemos a nuestro lado a los magos más jóvenes de Palmeras: Tino Suhrah y Shanyi Dokjusu, y como veo que están un poco tímidos, ¡empecemos con las preguntas! Dime Shanyi, tú que naciste en Palmeras, ¿conocías a alguno de tus compañeros desde antes? Shanyi: — Buenas tardes a todos. Conocer de verdad, a ninguno, había visto a Drian varias veces, pues vivimos en la misma zona, pero no sabía nada de él, ni siquiera su nombre. A Áliza también la había visto alguna vez, pasaba vendiendo frutas por mi casa pero nunca había hablado con ella. —Así que fue toda una sorpresa cuando se reunieron. S: —Sí, así es. —Tino, tú eres el menor de todos, ¿cómo te sientes con eso? T: —Creceré. Pero todos me tratan muy bien y son muy buenos conmigo. El Señor Dima me trata muy bien y me ha permitido vivir con él hasta que sea un poco mayor. Estoy muy contento. —Me da mucho gusto saberlo. Imagino que además de entrenar, te

Primer viaje

  —¿Ya duermes? —susurró Ogdev. Como su compañero no respondió, estiró la mano y tocó el pie de Egil. El muchacho se sentó, sobresaltado—. Perdón, me pareció haber oído voces. —Yo escuché voces anoche, pero nada sucedió. Me quedaré vigilando, puede que estén siguiéndonos. —Si anoche no dormiste y hoy tampoco lo haces… —No te preocupes y descansa. Quizás tengas que guiar mi caballo mañana —Egil se puso de pie y estiró los brazos sobre su cabeza. Luego, puso algunas ramas secas sobre las brasas, reavivó el fuego y, cuando las llamas se apoderaron de ellas, colgó sobre la fogata una olla con agua, en la que había puesto unas hojas secas. Cuando el agua comenzó a hervir y la infusión estuvo lista, sirvió una taza y se sentó contra el tronco de un árbol caído. —¿Egil? —El muchachito se envolvió en la manta y se sentó. Su rostro estaba pálido y su voz no sonaba como de costumbre—. ¿Y si nos atacan? —Nos defenderemos —respondió con una sonrisa, para tranquilizar los nervios que mantenían desp

Ciiclo "Conociendo Era de Magos" día 8. Reda Almairon.

—Muy buenas tardes. Despúes de unos cuantos días de retraso debido a complicaciones laborales, regresamos con el ciclo "Conociendo Era de Magos". Hoy contamos con la tan ansiada presencia del Señor Reda Almairon. ¡Bienvenido! —Buenas tardes, no sabía que me esperaban. —Por supuesto que sí. Hace más de una semana que nuestra audiencia espera por usted. —Vaya, que agradable sorpresa. —Según he sabido, Señor Reda, usted es un gran viajero, ¿no es así? —Sí, así es. Junto a mi hermano el Rey Kirios hemos recorrido la mayor parte de Thoria en nuestra juventud. —Debe ser asombroso... —Puedo decir con toda seguridad que lo es. —¿Cuál ha sido el país que más le ha gustado? —Todos tienen lo suyo. Por ejemplo, no encontrarán en ningún otro lugar, vegetación más hermosa que la de Pyebra. Y los paisajes montañosos de Morrau son realmente sublimes. Para alguien que nació en la selva donde todo está al alcance de la mano, ver el tamaño de esas montañas, con sus